Antes de que todo acabe...

Un espacio para la reflexión: "Los límites del lenguaje de una persona son los límites de su mundo..."

miércoles, enero 10, 2007

Fundamentos e introducción al periodismo

He titulado la presente publicación de esta forma porque considero que la mayoría de los periodistas han estudiado la obra de Franz Kafka, unos mas, otros menos, pero a fin de cuentas los buenos periodistas comparten y plasman en sus comentarios un aire "kafkiano" en el sentido de la irreverencia y el tono incisivo de los mismos.

Criticas hay y muchas, probablemente de mucho mejor calidad y profundidad que lo que escribo, lo mismo que reseñas y opiniones acerca de este gran escritor. Entre las obras que he leído del buen Franz Kafka destaco El Proceso, Carta al padre, La Metamorfosis (una de sus obras máximas) y En la colonia penitenciaria, pero existe un cuento que me llamó muchisimo la atención por su tono irreverente, extremadamente incisivo pero más por su increible frialdad narrativa innata, me refiero al cuento Poseidon incluido en la obra La muralla china que a continuación reproduzco y dejo a vuestro buen juicio.






Poseidon


Poseidón se sentó ante su mesa de trabajo y revisó las cuentas. La administración de todos los océanos lo tenía muy atareado. Podía emplear los asistentes que quisiera, y por cierto, tenía muchos, pero responsable como era, insistía en revisar personalmente cuenta por cuenta, así que sus asistentes de poco le servían. No diría que le deleitaba este trabajo, lo hacía simplemente porque se le había asignado. Es cierto que ya con frecuencia había pedido una tarea más animada, pero entre los varios trabajos que le fueron sugeridos, se observó que su disposición natural era para su presente empleo. Ni decirlo, sería demasiado difícil conseguirle otra ocupación. Tampoco pensar en ponerlo a administrar determinado mar. Dejando a un lado que la tarea no sería más fácil, sólo inferior; el gran Poseidón, por el contrario, debía obtener un puesto más importante. Cuando se le ofreció un cargo sin afinidad a las aguas, la sola idea lo enfermó, su aliento divino decayó, y su broncíneo torso comenzó a jadear. Lo cierto, era que nadie tomaba muy en serio las quejas de Poseidón, pero cuando alguien de su poderosa talla se lamenta, por lo menos se debe simular que se le escucha, aunque sea una situación sin perspectivas. Realmente, nadie pensaba en separar a Poseidón de su cargo; desde los orígenes estaba destinado a ser el Dios de los mares, y eso no podía ser modificado.

Lo que más le irritaba —y esto era lo que lo indisponía con su trabajo—, eran los rumores que circulaban sobre él. Por ejemplo, que constantemente cabalgaba sobre las olas con su tridente, como un cochero, cuando la verdad era que se encontraba sentado en las profundidades de los océanos sin terminar nunca con sus cuentas. La única interrupción a esa monotonía era, de vez en cuando, un viaje hasta Júpiter, del cual siempre regresaba exasperado. De ahí que casi no conocía los océanos, sólo los había visto en sus furtivas ascenciones al Olimpo. Y no se podía afirmar que realmente los hubiera navegado. Acostumbraba decir que lo haría cuando el mundo tocara a su fin, sólo para entonces tendría un momento de descanso, justo antes del fin del mundo, y sólo después de haber revisado la última cuenta le daría tiempo para una rápida gira.



Otro énfasis que merece la pena destacar sobre la temática kafkiana es lo contenido en el cuento Investigaciones de un perro incluida en la obra La Muralla China que trata sobre el análisis que hace un anciano perro sobre como su infancia y efimera juventud fueron destruidas por aniosas y precoces reflexiones sobre el mundo y el sistema de cosas debido a la naturaleza inquisitiva del perro (léase hombre), donde en clara alusión a la sociedad humana (reemplazando la palabra perrada por humanidad) Kafka dirige una fuerte critica al "progreso" científico. Reproduzco un fragmento:


...

Se suele elogiar el progreso de la perrada a través de los tiempos, con lo que, entiendo, se quiere elogiar el progreso de la ciencia. Ciertamente, la ciencia progresa en forma incontenible, hasta aceleradamente, cada vez con mayor velocidad, pero, ¿qué hay de glorioso en ello? Es como si se quisiera elogiar a alguien porque a medida que transcurren los años envejece acercándose por tanto a la muerte con velocidad creciente. Es un proceso natural y hasta desagradable, en el que no encuentro nada qué celebrar. Veo sólo desintegración, con lo cual no quiero dar a entender que las generaciones fueron mejores; sólo fueron más jóvenes, ésa era su gran ventaja, su memoria no estaba tan abarrotada como la de hoy, era más fácil lograr que hablaran, y aunque nadie lo haya conseguido, las posibilidades eran mayores; precisamente, esta mayor posibilidad es lo que nos enardece al escuchar aquellas viejas historias, bastante ingenuas por lo demás. De vez en cuando una palabra parece revelar un indicio, nos hace saltar, no sentimos el peso de los siglos. Así es; por más que critique mi tiempo, las antiguas generaciones no fueron mejores que las más recientes, y hasta en cierto sentido fueron peores y más débiles. Tampoco entonces los milagros andaban por las calles para que cualquiera pudiese echarles el lazo, pero los perros no eran aún, no puedo expresarlo en otra forma, tan perrunos como hoy; la estructura de la perrada era más burda, la exacta palabra todavía habría podido actuar, decidir la obra, alterarla, cambiarla voluntariamente en forma diametral, y aquella palabra existía, o por lo menos, se le sentía próxima, flotaba sobre la punta de la lengua y cualquiera hubiese podido averiguaría. ¿A dónde ha ido a parar hoy? Introduciendo las manos en las entrañas, no se le encontraría. Quizá nuestra generación esté perdida, pero es más inocente que aquellas.

...


Para concluir solo puedo hacer una invitación a la lectura de las obras de Franz Kafka, son realmente fascinantes.

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