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miércoles, septiembre 20, 2006

Sobre la desobediencia civil

Sin duda Gandhi ha sido y es un ejemplo de lo que es la desobediencia civil y la resistencia pacífica. Tiene muchas ideas útiles al movimiento social que emerge en México y su resistencia civil pacífica, así como su valoración y su puesta en práctica.


MAHATMA GANDHI


GANDHI es el héroe nacional de la India; consagró su vida al restablecimiento de las relaciones fraternales entre los hindúes y los mahometanos, y es el caudillo por excelencia, en su lucha por la independencia. Las empobrecidas masas de la India lo considera­ron como un símbolo de santidad y el nombre de MAHATMA, que le fue adjudicado por el pueblo, significa literalmente ALMA GRANDE.
Gandhi
Vivió de 1869 a 1948. Había nacido en la aldea de Porbandar y perteneció a la casta de mercaderes. Se hizo abogado en Londres, ejerció la carrera en Bombay y se estableció en Sudáfrica, donde luchó contra las injusticias de que eran víctimas los inmi­grantes hindúes: persecuciones, impuestos abusivos, ultrajes, linchamientos, pillajes y destrucciones soportaron estas gentes bajo la égida de la civilización blanca. Gandhi quiso asegurar a sus com­patriotas un régimen honorable e hizo vida común con los miserables y perseguidos; creó una colonia agrícola, les facilitó terrenos e hicieron todos solemne voto de pobreza. Todos los asiáticos, sin distinción de raza ni religión, ricos y pobres se unieron estrecha­mente a los hindúes. Se les aprisionó por millares y una comisión imperial atendió las reclamaciones de Gandhi y concedió la liber­tad de residencia y la supresión de los impuestos.

El año 1915 abandonó Gandhi el ejercicio de su profesión en Sudáfrica, que era muy lucrativo, para regresar a la India; ya hacía varios años que se había iniciado el movimiento de independencia, y en 1918 más de un millón de hindúes participaron en la Primera Guerra Mundial. La India esperaba confiada el premio a su fidelidad, pero al acabar la contienda en Europa se suspendie­ron las libertadas acordadas y las existentes. Entonces la India se levantó decepcionada, la revolución comenzó y Gandhi fue su prin­cipal organizador. Fundó una aldea comunal o Ashram; el antiguo arado —dice— la rueca, la vieja educación asegurarán la felicidad y el bienestar del pueblo hindú.

Sufrió prisiones, ayunos y combatió con pasión la iniquidad social de las castas que consideraba como una vergüenza del hinduismo.

Su mayor preocupación fue la cuestión de los parias. La rivalidad entre hindúes y musulmanes era favorecida por los ingleses y Gandhi proclamaba la unión con una sincera generosidad. Por el año 1920 anuncia a la India la no cooperación, la resistencia pasiva, la desobediencia civil y la ausencia total de la violencia; el éxito de la campaña fue evidente. Para boicotear los productos ingleses desea el restablecimiento de la vieja industria doméstica de la rueca en todas las familias hindúes. Hilad y tejed, —declara— que cada uno hile y teja sus propios vestidos; la India debe apren­der a vivir, antes que aprender a morir por la humanidad. Él mismo tejía su túnica y se alimentaba con la leche de su cabrita blanca, su fiel compañera a todas partes. En diferentes ocasiones se sometió a severísimos ayunos en un esfuerzo tendiente a resta­blecer la paz entre las comunidades religiosas hindúes y las mahometanas.

La resistencia pasiva, la desobediencia civil y la no violencia llevaron al gobierno inglés, después de muchas vicisitudes, a admitir a la India como dominio del Imperio británico, el año 1947. Un año después Gandhi fue asesinado. En 1950 se constituyó en República.

Terminamos con unas palabras suyas: Quisiera sufrir todas las humillaciones, todas las torturas, el ostracismo absoluto, la muerte misma, para impedir que nuestro movimiento se vuelva violento o precursor de la violencia.

Nuestra lucha tiene por fin la amistad con el mundo entero. La no violencia se ha establecido entre los hombres; ella es el anuncio de la paz del mundo.


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Hernández Ruiz Santiago (ed.), Cultura y espíritu - Para grado superior, Fernández Editores, cuarta edición, México D.F, 1966, pp 113-115.

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