Campamentos en el Zócalo...
Ante el anuncio de López Obrador en la tercera asamblea informativa del pasado domingo 30 de que se levantarían campamentos sobre la avenida más importante del país (plutocráticamente hablando), la momentánea estupefacción por parte de todos nosotros los asistentes -incluso en algunos círculos cercanos a López Obrador- no se hizo esperar. Una vez aclarado y explicado el método a seguir, la calma regresó y la estupefacción se convirtió en energía, en entrega, en entusiasmo.
Hoy, tres días después del pronunciamiento no me ha sido posible asistir al movimiento y participar activamente, pero me di a la tarea de recorrer el campamento montado en la colosal carpeta de concreto que está situada sobre las ruinas de la otrora Gran Tenochtitlan.
Entre las laberínticas callejuelas improvisadas por los muros de hule de las carpas se respira un clima cálido, amable, entusiasta. No hay caras largas, sino todo lo contrario.
El imaginario colectivo no se hace esperar: reclamos y consignas a Vicente Fox, a Felipe Calderón, a Luis Carlos Ugalde, a Elba Ester Gordillo, a Carlos Salinas y a todos los ejecutores y artífices del primer fraude a la mexicana del siglo XXI.
Insultos y denuestos, fotografías y cartones, frases improvisadas y encabezados de periódicos de circulación nacional, penden de los costados de las carpas, cada una de ellas representando a un Estado de la República Mexicana, todos con el mismo planteamiento, la consigna que nos une y motiva a seguir luchando: “Voto por voto, casilla por casilla”.
La gente no se rinde, mientras unos suben al templete y muestran a los asistentes sus habilidades de oradores, otros descansan, las mujeres se organizan y sirven comida caliente para los que así lo deseen. Líderes de partido llevan a cabo labores de logística vía teléfono celular para coordinar los esfuerzos. Todo esto en aras de la democracia que paradójicamente lo mas cercano a esta fue cuando López Obrador sometió a consideración este plan de resistencia civil el pasado domingo, contrastando con los jilguerillos oficialistas que intentan imponernos la idea de que realmente vivimos en una democracia.
Donde comienza la avenida Pino Suárez se vislumbra entre las obras de mantenimiento a la carpeta asfáltica otro movimiento, un movimiento también de izquierda, el del FPDT (Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra) y el movimiento Zapatista. Es marcada la diferencia de estructura entre ambos movimientos: por un lado tiendas bien construidas asidas por cuerdas en estacas incrustadas en el concreto, y por el otro lado, tiendas que apenas pueden mantenerse en pie sujetas por algunas piedras.
El ambiente fraternal que reina en el magnánimo campamento solo se ve minado por la incertidumbre, a pesar de los intentos de provocación e intimidación del régimen foxista al hacer circular el día de ayer sobre algunas calles del centro un par de camiones del ejército y otro mas de la PFP en la zona de Chapultepec.
Mientras tanto las cúpulas mercantilistas sollozan tiernamente y exigen impotentes a las autoridades capitalinas la aplicación de la fuerza para desalojar a los manifestantes, que según ellos, les han hecho perder varios cientos de millones de pesos por el plantón. He aquí donde se deja al descubierto el meollo del fraude electoral: El interés público y el interés privado.
No sé a ciencia cierta que tan fuerte sea el efecto o la presión hacia el TEPJF para que tome la resolución del recuento, pero lo que sí sé es que esta estrategia de López Obrador ha desnudado las tendencias represoras ante un eventual arribo al poder de la ultraderecha y la voracidad de los intereses de los que se creen amos y señores de México.
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