Epílogo de un regreso

Indudablemente cada un@ de Ustedes tendrá sus propios y muy diversos problemas; no obstante pienso que nos hemos convertido en una especie de zombis, indiferentes ante muchas cosas, viviendo sin objetivos (quizá solo objetivos seglares muy superfluos: un trabajo, un coche, un viaje, etc.) y en muchos casos sin encontrarle sentido a esto que algunos llaman "vivir", solo basta ver en la calle a las muchas personas que caminan ensimismadas, con los rostros desdibujados, como si buscaran desconectarse de la realidad en la que sobreviven, de la realidad que las juzga y sofoca. Buscamos constantemente la "felicidad" a través de las cosas que nos provocan algún estado de euforia o de placer, aunque esto sea de forma temporal. Pero, ¡oh contradicción!: también nos escondemos. Usamos mascaras, tomamos ideas que no son nuestras buscando que nos acepten. Que alguien nos acepte. Hacemos nuestras ideas a un lado por el miedo al ¿qué dirán? y tomamos como propios doctrinas y dogmas de otros con tal de lograr nuestra integración a un determinado grupo.

Regreso a esta inmensa ciudad, la lluvia cesa, no obstante la noche se hace demasiado oscura; el avance en la autopista que me conduce una vez mas de regreso, se vuelve lento, esta descomunal morada donde millones de almas viven, sobreviven, parece que ya no quiere dejar entrar a mas personas; y me pregunto, también una vez mas: ¿para cuantas personas la soledad es un demonio tan aterrador, tan insoportable?, ¿cuántas personas en esta ciudad tan llena de gente aun no se dan cuenta de que en realidad puede que estén muy solas?, ¿cuántas están haciendo y diciendo cosas a pesar de que no creen en ellas?, ¿cuántas están a punto de explotar por no poder ser como en realidad son?

Miradas perdidas, preguntas, rostros inertes, aun aquí. Supongo que la gente con la que por instantes comparto este camino de regreso también se pregunta muchas cosas, o intenta escapar de algo...